Por Kerstin Möller Ebner
Los emperadores y reyes de la antigüedad, ya lo tenían claro. Junto con la religión, así como la exportación de las costumbres y tradiciones; el lenguaje es la forma de lograr que una conquista física de un territorio logre ser efectiva a nivel social. Es decir, lograr no sólo conquistar el espacio físico, sino también a las personas y las sociedades que allí residen. Eso es lo que permite asegurar que una conquista perdure en el tiempo, por eso es que prohibían los idiomas autóctonos e imponían el habla de su lengua. Incluso comenzaron a instruirla; gastaban recursos en generar rudimentarias escuelas donde se les enseñara a los habitantes tanto la religión, las costumbres y tradiciones, como la lengua.
Es así como la RAE (Real Academia de la Lengua Española) surgió como una institución prescriptiva, cuando España (al igual que los otros imperios con fines emancipadores) utilizaba la lengua para poder concretar sus conquistas. A través de ella, se pretendía lograr una hegemonía de la lengua, en todos los territorios pertenecientes al reino. Por ello, también la lingüística imperante fue normativa, indicando cómo se debe escribir y hablar; expandiendo la idea de que hay una forma correcta y una incorrecta para hablar y escribir.
Por tanto, podemos decir que es un conocimiento milenario, que el lenguaje es un medio de expresión de la cultura y puesto que la cultura va cambiando, avanzando; esos cambios se reflejan en la lengua. Ha habido múltiples intentos de controlarlo, siendo la RAE (en sus inicios) uno de ellos. Si bien han logrado ciertos efectos de manipulación (siendo la segunda guerra mundial, reconocidamente uno de los más macabros), nunca han sido eternos ni completos. Siempre han terminado quebrándose. Es así como parte del proceso de reconocimiento de los pueblos originarios en Latinoamérica, ha estado marcado por revalorizar sus lenguas, revalorizando así su cultura.
Hoy los lingüistas entienden que su función es descriptiva y explicativa, por lo que la RAE también ha pasado a cumplir una función descriptiva. Todavía hay profesores de lenguaje con formación normativa, a los que incluso les han dado cabida en programadas de televisión; como un intento agónico de seguir manteniendo esa utópica hegemonía, que se cae a pedazos. Sin embargo, las generaciones más jóvenes, ya no están creciendo con esa visión normativa.
Siempre han sido los jóvenes un fuerte factor de movimiento en la lengua, por las características psicológicas que tienen; sin embargo, debido a los cambios paradigmáticos que están ocurriendo, las nuevas generaciones están dando pasos que hace un tiempo atrás parecían impensados. Algunas mentes innovadoras y revolucionarios, habían intentado introducir ya algunos, pero la aún fuerte hegemonía reinante no les permitió dar grandes pasos. Sí quedaron como antecedentes que sirvieron para llegar al momento en que estamos ahora.
Los grupos feministas ya habían intentado introducir cambios en el lenguaje y se fueron logrando algunos, como la inclusión de un femenino para algunas profesiones que antes eran sólo ejercidas por hombres: El presidente / La presidenta. Sin duda, ahora estamos frente a un cambio mucho mayor, porque implica una modificación a la estructura gramatical del español. Ha surgido un nuevo morfema gramatical de género neutro “-e”. Sí, ya surgió, a pesar de que los grupos más conservadores aún se resisten y lo critican; pero hay un sector cada vez más amplio de la población que ya lo utiliza, en distintas partes del territorio hispanohablante, con expresiones intergeneracionales e interculturales.
Es por eso que, en octubre del año que recién terminó (2020), la RAE incluyó el pronombre “elle” dentro de su observatorio de palabras; el cual incluye ese morfema gramatical de género neutro “-e“, pues lo definió de la siguiente manera: “un recurso creado y promovido en determinados ámbitos para aludir a quienes puedan no sentirse identificados con ninguno de los dos géneros tradicionalmente existentes”. Sin embargo, debido a las fuertes críticas de esos grupos conservadores, dieron marcha atrás en noviembre del mismo año.
Esto no implica que haya dejado de existir, que ya no se use o que no se deba usar; solo muestra la fuerte resistencia que aún hay a este cambio, por la modificación paradigmática que implica. Justamente, cuando lo quitaron de su observatorio, la RAE indicó: “cuando se difunda ampliamente el funcionamiento y cometido de esta sección, se volverá a valorar”. La estructura afirmativa que utilizaron deja de manifiesto que ellos sí creen que eso va a ocurrir, pero que aún hay mucha resistencia para hacerlo oficial.
A aquellos puristas de la lengua, que siguen creyendo en la lingüística normativa, les recuerdo que nuestro español surgió del latín vulgar, del que hablaba el pueblo cotidianamente y que era criticado por los profesores Bandera de la época. Fue el latín vulgar el que siguió avanzando, desarrollándose y creó nuevas lenguas; mientras el latín culto quedó sepultado como lengua muerta. Por mucho que quieran detener el cambio, la evolución es parte de la vida. El ser humano debe su origen y su naturaleza a la evolución.
Por último, debo recordar que en el latín existían 3 géneros: femenino, masculino y neutro; lo cual se perdió en la evolución al español, por los cambios culturales que acompañaron esa transición. En otros idiomas como el inglés y el alemán, aún existen esos 3 géneros. Que resurja un morfema gramatical de género neutro, no es algo descabellado; se puede considerar hasta una vuelta a los orígenes. Siempre han existido neutros, sólo que ahora volvemos a valorizarlos, como cultura hispanohablante y volvemos a tener una estructura lingüística para expresarlos.
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