Escrito por Rubén Quiroz Ávila
Los poemas son una selección de Médula
(Universidad Complutense de Madrid, 2006)
1
Después de la herida ya no pudiste gritar.
Había que acercarse de otra manera a la perdición. Por eso
ahora llevo ojeras en la noche
y sobre el rostro una boca
es sencillo
la médula flota como antes los cernícalos
como antes huían los locos en barcos luminosos
hacia el mar o una forma de ella o nada de ella
pero azul o verde o solamente sal
ahora la sal no es una mujer detenida.
Al rostro le sucede algo terrible y su osamenta es más triste todavía
¿no esperabas la muerte en una raíz?
Y el hueso huele a música mala a estiércol de pronto aparecido en las camas a hermano recién nacido en los cerros junto a su cebolla por eso tomarás sopa de amapolas y girarás hacia tu latitud contraria hacia tu propagación.
Así voy criando tu dolor
Amamantando a las viejas criaturas que no pueden salvarse
Y pese a la continua pérdida de aliento sigo después de ti
A imagen y semejanza
Pero ya no gritas sino te transfiguras
entonces ya nadie te perdonará
aún así tienes mi boca disponible
como todos los pájaros que anudas en tu mano
no te perdonaré no te perdonaré.
3
la herida crece se hace bulla catarata disparo
la herida ahora ha llegado a la rodilla a la Santa Rodilla
es posible que siga su marcha triunfal hacia adentro
hacia el clima hacia la medida
es inevitable que arranque los dedos las uñas el silencio
que todo haga silencio
¿cómo distinguirla del ojo?
la hierba no siempre es verde
en realidad, nada es verde
siempre tuviste la percepción errónea porque buscabas la eternidad el luto constante
algo mayor que el miedo
por eso hay diferencia ya entre el miedo y la noche
el alfabeto y el barranco
el muslo y la venganza
no hay diferencia en los sótanos, eso lo aprendí de mi hermana ciega
por eso es mortal la sed
y las hélices que brotan del pecho las alas que nunca se construyeron detrás del incendio
y el alma como una tromba terrible ávida y deshecha cerca de la frontera
y es más triste cuando pasa con un poco de barro
cuando es solamente barro
el mismo barro salido del árbol
del árbol olvidado por miedoso
de la continuación de un rumor enredado
en las entrañas del hermano menor
del hermano negro que era obrero y hacia casas
y se abría la ingle frente a la luna
calma
del hermano pobre que perseguía la belleza
y dormía en diversas lenguas
te daré una plegaria
inmensa y abierta para que puedas encontrar una fricción
un deslizamiento una frotación
ven
reza conmigo
padre nuestro padre vuestro padre mío padre tuyo
padre
tan turbia la manzanilla tan suelo lo real tan insólita la orilla
aquí la zona de tu miedo
el cielo de tu primer muerto o una raíz amarrada a los párpados
y el afán no es verde
y el abandono no es verde
padre nuestro
que estás en los suelos
santifico tu nombre porque eres frágil y eres cierto y
tienes miedo de las vísceras
a tientas te alejas de la laceración con tu Santa Rodilla
y custodias un pájaro que se rompe y se cae en la separación
una atmósfera ahora
un funeral con eficientes cenizas
con sudores
un poco de destrucción antes de respirar hasta el adversario
un rotundo hueso padre nuestro una bestia que llora atónita en la desembocadura
y con su sed triangular
gira la espalda hacia la brecha
7
Nuestro alimento de cada día se gasta por las constantes mordeduras
Me pongo mi traje y observo mi dominio
Hay una náusea áspera junto a la novia asesinada que era altísima
Otra vez la noche perforada crece con el pelo sucio pero nunca violeta
Hubiera sido violeta como el pan de cada día
Donde desfilan interminables trajes y se esconden debajo de las sillas
Estoy triste y con traje
Sin escamas
Con la piel verde herida en un mapa desbordado por la estación desasida
El alimento cae sin consuelo, gotas terrestres como redes que se distribuyen según el dolor,
los quemados no conversan sino se golpean son las raíces y beben vinagre
Tiemblan con su número tallado en los testículos por hormigas
con un diente separado por nocturnas valerianas por achicoria y una cigarra ósea
La caída sigue intacta y triunfal
En las alcobas en las fibras más amargas en las hundidas catedrales
donde la desdicha es lineal a la herida al signo a la estación anegada de funerales
Un escalpelo que da tumbos
Sobre el prójimo colgado sobre la testa entreabierta rodeada de nidos con claros indicios de
nocturnas acumulaciones
Que a menudo suelen ser los sagrados alimentos
acontecidos en el ciclo desquiciado
El alimento repartido sin semillas y a pocos metros
de los disparos de la sombra impostergable
Descubrimos en el cauce los cuerpos
Todos con sus números
Ay la tristeza sobre el hombro y con sabor a eucalipto
A pulpa de ortiga a corteza de cardo
La tristeza y el alimento
O la pajarera habitada de costras
Pobre equino sin pareja y en medio de las mazmorras
Pobre hermano menor mío
Prolongado en dirección contraria
Con sus manos de pabilo o crisantemo
Con su dicción mansa cual preámbulo de la madreselva o la adecuación a la llaga
Como una configuración lapislázuli al escombro
Ya déjate de bromas
El pan vegetal de algodón de vidrio y ascendente a la memoria este mismo cuarto de hora
Donde es inminente la reverberación
Con algo de verduras o un gorrión alrededor de la herida
Con un contorno de lino y los brazos en alto
9
vuelta a la otra Herida
no te perdonaré ni en el ámbito de la salamandra ni en la propio saliva rebosante y repleta
carámbano lentísimo predispuesto a los desfiladeros
y los reflejos
con los cangrejos temporales en sucesivas transmutaciones hacia el dolor
hacia la ondulación del caracol como confirmación de la hinchazón del cuerpo
como los músicos separados con tiznes
y los jumentos verticales engendrados en las entrañas anteriores a la enemistad
y el mono que vuelve meado agraviado en su carne escarbando cordeles por semejantes a la
matriz
irreconocible variación del apetito de la escaramuza de la protuberancia de la cuchilla
interpuesta en la madriguera o del cántaro original fluctuante al aliento fangoso y abismado
y el quelonio en su corcova masca la hoja de coca rasca el bulto del cuerpo preludia la
reiteración del sollozo
y segundos antes del agujero
del lomo lavado con alquitrán
del sexo enemistado en su décima caída
volviéndose al traqueteo del crepúsculo hecho con adobe después de la merienda
con larvas y cristales nieblas y colibríes ramas y curvaturas
por eso el perro lo descifra todo
pariente del recuerdo
trae la mitad del espinazo para que lo reconozcan
no te perdonaré
ni en las lenguas que centellean
alteradas por la irradiación de la Gran Herida
gallinazos que rompen el cuadrado delirantes por su reaparición y elípticos al recuento de la
pena de la no visita o la fugacidad es por ello que no te perdono
hermano Padre nuestro que estás en los cienos porque el cuerpo es rotundo
en su coincidencia con la rotación y se esconde detrás del aire
detrás de la astilla del Dado Mayor y su nunca repentina alambrada
con la soberbia y la tristeza de ser mono
efímero pero no inaudible al coincidir con la cicatriz
como un golpe sucesivo y a horcajadas para no despertar al lado del cocuyo
al lado del reverso del cuerpo
o del alma recobrada en la plegaria
sitiado en el tragaluz por su escisión musical
rumiado por su equivalencia al mediodía
devuelto al genital vertical por su curvatura
es semejante pero estás vigente a la luz
con mi rostro y su boca llena de vértebras
con la plegaria que llega de la lluvia con prisa a pasar la noche.
Foto de Juan Alejandro Henríquez. Buchoco-Contulmo (Chile) 2011
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