top of page
Buscar
Sirio López Velasco

LA ISLA (DIÁLOGO SOBRE DEMOCRACIA, REFORMAS Y REVOLUCIÓN)

Sirio López Velasco (lopesirio@hotmail.com)

PERSONAJES:

ERNESTO, HOMBRE QUE APARENTA 70 AÑOS

ROBERTO, HOMBRE QUE APARENTA 70 AÑOS

UN CAMARERO


ACTO I


(Cuando se abre el telón, Roberto está sentado en una mesa de bar, bebiendo un café. Entra Ernesto y se acerca a la mesa. Roberto se levanta para saludarlo con un apretón de manos y un abrazo)


Roberto: ¡Como andás hermano! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Y te veo muy bien!

Ernesto: Yo también te veo más joven que en la foto que me mandaste por email.

Roberto: ¡No exageres, Ernesto! ¡Si supieras cómo me tienen a maltraer los achaques de la edad!

Ernesto: Pues no entremos en competencia, porque no creo que me ganes.

(Ambos se sientan a la mesa, uno frente al otro, pero de perfil al público).

Roberto: ¿Cómo anda tu familia?

Ernesto: Por suerte bien. Mi mujer acaba de jubilarse pero las 24 horas del día no le bastan para hacer todo lo que hace en casa. Ernestico muy ocupado con su trabajo de médico y feliz con su mujer y dos hijos. Eugenia prefirió no casarse para dedicarse de lleno a su profesión.

Roberto: (Interrogativo) ¿qué es...?

Ernesto: Ella es arquitecta y le han encargado varios edificios públicos, como escuelas y círculos infantiles.

Roberto: ¡Qué bueno! Me alegro mucho por tu mujer e hijos. Se ve que te dan mucho orgullo.

Ernesto: Así es. ¿Y los tuyos?

Roberto: También bien, por suerte. Mi esposa se jubiló de la Universidad al mismo tiempo que yo hace un año; o mejor dicho, yo me jubilé al mismo tiempo que ella, pues mi esposa tiene derecho a una jubilación integral, y yo decidí seguirla aunque me faltaban un par de años de trabajo para tener la integral, pero quería estar con ella. Me ofrecieron continuar dando aulas y dirigiendo Tesis y Tesinas en el Posgrado, pero preferí hacerle lugar a los jóvenes. Mi hija, como la tuya no se casó, y es muy feliz como profesora en una Escuela Técnica que combina la enseñanza secundaria con algunas carreras tecnológicas universitarias. Mi hijo tiene un diploma universitario pero decidió instalarse como microempresario junto a un socio.

Ernesto: ¿Ah, sí? ¿Y en qué ramo?

Roberto: Entregan bebidas y algunos productos de aperitivo a domicilio.

Ernesto: (Poniendo ojos de ensueño) ¡Muy bien! ¡Así le lleva felicidad a la gente! A mí el médico me prohibió la bebida hace como cinco años.

Roberto: Espero que no haya sido por algo serio

Ernesto: No; simple medida preventiva para evitar la acumulación de grasa en el hígado.

(El camarero se acerca a la mesa)

Camarero (Dirigiéndose a Ernesto): ¿Qué le sirvo, Señor?

Ernesto: Lo mismo que mi amigo. Y acompáñelo con un par de croasanes.

Camarero: ¡Perfecto Señor! (gira sobre sus talones y sale de escena).

Roberto: ¿Así que tengo la alegría de verte porque viniste para una actividad de la Embajada?

Ernesto: Sí. La Facultad de Humanidades, que organiza dos conferencias iguales para públicos diferentes y exhibirá películas sobre nuestra Revolución, le pidió a nuestra Embajada un conferencista para hablar sobre nuestra democracia. Como el Embajador me conoce desde hace más de 50 años, le mandó un email a nuestro Ministerio de Educación sugiriendo mi nombre para que me enviaran. El Ministerio me contactó en la Universidad y aquí estoy...

Roberto: (Sorprendido) ¿O sea que seguís activo?

Ernesto: Sí, iba a jubilarme, pero me pidieron que siguiera hasta que el físico aguante, para ayudar a los nuevos docentes e investigadores del Posgrado.

Roberto: ¿En qué área?

Ernesto: Bueno, sobre todo en Filosofía Política, pero a veces también meto la cuchara en áreas afines

Roberto: (Sonriendo) Veo que siguen apechugando con lo que se presente.

Ernesto: Así es. Creo que lo tenemos en los genes y esa predisposición se agudizó desde que nos toca enfrentar ese bloqueo imperialista que nos acorrala hace ya seis décadas.

Roberto: ¿Y en tus conferencias aquí hablarás sobre eso?

Ernesto: Bueno...sí, aunque mis exposiciones estarán centradas en explicar nuestra democracia.

Roberto: ¡Qué bien! Casualmente desde que nos vimos hace cinco años en aquel Congreso el tema de la democracia también ha acaparado buena parte de mi atención.

(El camarero se acerca con el pedido de Roberto y se lo sirve).

Camarero: ¿Algo más, señores?

Roberto: No, por ahora nada más. ¡Gracias!

Camarero: ¡A sus órdenes! (Sale de escena)

Roberto (Hablando entusiasmado): Te propongo un ejercicio académico improvisado en el bar. Repasemos la concepción de la democracia que tuvimos a lo largo del tiempo. (Hace una breve pausa y continúa). Hablo de los aspectos estrictamente políticos pues lo económico es todo un universo que merecería una atención especial. Sin querer polemizar creo que los nuevos Lineamientos Económicos que adoptó tu país, consolidados por la nueva Constitución de 2019, rompen con la idea de economía socialista que tuvo el Che. Recuerda que el Che llegó a criticar a las cooperativas agrarias soviéticas, los koljoses, por considerarlas remanentes de propiedad no soviética por cuanto contraponían los intereses de comunidades reducidas a la de la gran comunidad nacional; y ahora Cuba autoriza por ley a las empresas privadas con empleados asalariados. Por definición eso es capitalismo, y en una empresa privada no hay democracia, pues allí decide y ordena sólo el patrón y quien lo representa, y el empleado debe obedecer.

Ernesto: (Enfático) ¡De acuerdo con esa limitación! No hablaremos de economía. Y este ejercicio es interesante porque tendré a través de ti una anticipación de lo que la gente que vendrá a oírme tiene en mente sobre el sistema político de mi país, y eventualmente también sobre el de este país.

Roberto: Así es; y a través de mí tendrás un panorama de cómo son esas percepciones en la cabeza de la parte de toda una generación de mi país natal que por ahora sufre la condena de seguir viviendo en el capitalismo, a pesar de todo lo que hizo para tratar de enrumbar a su país hacia el socialismo.

Ernesto: Sí, eso sin duda me ayuda, pues, a pesar de internet, muchas veces no manejamos detalles de lo que pasa y se piensa “afuera” (hace un gesto de comillas con las manos), como decimos en la Isla.

Roberto: Entonces, empieza tú, como dicen ustedes.

(Ambos van tomando sus cafés, y Ernesto comiendo de a poco sus croasanes, mientras dialogan)

Ernesto: Bueno, mi primera visión de la democracia vino a través de la opinión de mi padre, cuando yo tendría entre 6 y 8 años. Mi viejo decía que aquella democracia era una farsa al servicio de los gringos que eran dueños de los resortes principales de la economía del país, de los políticos que se enriquecían asociándose a ellos y de la mafia que regentaba los garitos y la prostitución. Mi viejo era albañil, pero no teníamos casa propia, y en el campo la gran mayoría de los campesinos vivían en bohíos, nunca habían visto un médico y sus hijos no pasaban de la escuela primaria, cuando tenían la suerte de completarla.

Roberto: Cuando tenía unos ocho años recuerdo que mis padres apoyaron a un joven político de uno de los dos Partidos que entonces eran los tradicionales de mi país. Recuerdo que mi madre habló en uno de sus actos de campaña electoral para ser electo Diputado. En ese discurso tengo la vaga idea de que al mismo tiempo en que se ufanaba de la democracia reinante, decía que ese joven era la esperanza de las mayorías que lejos de la capital sufrían con la pobreza, mientras que la clase rica se paseaba por Europa, lucía sus falsas prendas nacionales en las Ferias de la Asociación Rural, que es de latitundistas, y se entretenía en los exclusivos campeonatos de tenis o en los tés de caridad.

Ernesto: Mi viejo decía que en mi país la cosa era muy parecida. Pero entonces, poco antes de que yo cumpliera los 10 años, triunfó la Revolución. Mi viejo la apoyó en pintadas de muros, volanteadas y manifestaciones en los últimos meses de lucha antes del triunfo. Pero nunca había visto ni oído a los principales jefes de la guerrilla. Los vio junto conmigo, mi madre y mi hermano, cuando presenciamos el desfile de la caravana revolucionaria en su entrada a la capital.

Roberto: En mi casa ese triunfo no pasó desapercibido. Recuerdo a mi padre defendiendo ante mi abuelo la legitimidad de esa revolución que echaba abajo una dictadura corrupta, cuyo cabecilla se había fugado en un avión que cargaba oro, joyas y mucho dinero.

Ernesto: Así fue. Y en mi casa como en el vecindario, y supongo que en el país entero, lo que quería la gente era que los dirigentes de la guerrilla triunfante tomaran el mando de la nación. Pero antes mismo de que ello sucediera en toda la regla, lo que impactó fueron los actos, y no las palabras ni las formas legales. Hubo juicios populares a los principales torturadores de la dictadura, se anunció la Reforma Agraria que entregaría tierras a los campesinos y también la Campaña de Alfabetización que llevaría las letras, en manos de maestros voluntarios, hasta los más recónditos rincones de la Isla.

Roberto: Recuerdo a mi madre loando ante mi abuela materna la belleza de esa campaña alfabetizadora, y agregando que aunque las cifras oficiales de nuestro país en materia de alfabetización eran muy positivas, había bolsones de miseria, tanto en el campo como en barrios urbanos y semiurbanos periféricos, donde una iniciativa de ese tipo sería muy bienvenida.

Ernesto: Yo mismo, antes de los doce años participé como alfabetizador de esa campaña. Aún recuerdo los ojos brillantes con los que las campesinas y campesinos de piel arrugada por más de 50 años de labores bajo soles implacables recibían el primer cuaderno y trataban de domar el lápiz que se les enredaba en los dedos.

Roberto: ¿Y qué recuerdas de las ideas que en ese momento circulaban sobre la organización política del país y sobre la democracia?

Ernesto: Mira, lo que recuerdo es que de la gente con la que tenía contacto la mayoría aprobaba a la dirigencia que comandaba, sin preocuparse de las formas de su permanencia o cambio en los cargos (que se hacían por cooptación y por órdenes de los jefes o por decisión de los respectivos colectivos dirigentes); y al mismo tiempo defendía como expresiones concretas de la democracia a los Comités de Defensa de la Revolución, que se organizaron en cada barrio o localidad rural, y que mostraron su eficacia tanto en la vigilancia contra los ladrones y en las campañas de vacunación, como cuando hubo que arrestar a los más notorios contrarrevolucionarios en el momento de la invasión mercenaria de más de mil hombres organizados y armados por el Imperio, que fue derrotada en tres días. Simultáneamente vi como una minoría de la que hacían parte empresarios, profesionales liberales y malhechores se iban a EEUU; mientras no lograban irse los miembros de esa ralea cuchicheban en voz baja contra la Revolución, diciendo que los había traicionado.

Roberto: En esos tiempos yo entraba a Secundaria. Recuerdo los titulares de los diarios de la capital y de los informativos de las radios lamentando ese éxodo cubano y denunciando a la nueva dictadura. Sin saber argumentar, yo pensaba para mis adentros que muy malo no podía ser un gobierno que llevaba la alfabetización y la atención médica hasta los más pobres en todos los rincones del país.

Ernesto: Sí, tras la invasión mercenaria se amplió a todo el país la atención médica y se completó la alfabetización, al tiempo en que se nacionalizaban todas las empresas y Bancos extranjeros, y en el envión se estatizaron también todas las empresas urbanas; hasta la pizzería de la esquina y la peluquería del barrio pasó a manos del Estado; en algunos casos, sus propietarios, cuando permanecieron en el país, quedaron como funcionarios que recibían el sueldo estipulado a escala nacional para ese tipo de trabajo; y hay que recordar que al principio los salarios oscilaban en una faja que no contaba sino una media docena de escalones.

Roberto: Supongo que eso último que me decís habrá creado un sentimiento de mucha igualdad en el país...

Ernesto: Efectivamente. Y eso ayudó mucho cuando hubo que apretarse los cinturones para enfrentar el bloqueo imperial que ya en aquellos años se implantaba oficialmente después de que nuestro país se proclamó socialista por boca de su principal líder. Hoy criticamos aquel igualitarismo, pero nos da mucho dolor de cabeza la nueva y clara diferencia que ha surgido entre quienes en la Isla tienen dólares y quienes no los poseen, pues muchos productos sólo se encuentran en tiendas que venden en moneda extranjera.

Roberto: Pero volviendo a aquellos inicios, políticamente, ¿cuáles eran las novedades?

Ernesto: Bueno, políticamente la gran novedad la constituyó la creación del Partido único de la Revolución, que, como sabes después cambió de nombre, pero no de estatus, ni de estructura, ni de funciones. Desde entonces el Partido es el órgano dirigente del Estado y de la sociedad, aunque teóricamente hay una diferencia entre las estructuras partidarias y las administrativo-estatales. Sin duda que eso estuvo influenciado por el estrecho nexo que entonces se creó con la URSS, de donde recibimos mucha ayuda, por ejemplo en petróleo y maquinarias, y asesoría científico-técnica; junto con esas ayudas y asesorías vinieron los modelos económicos, partidarios, sindicales y sociales (por ejemplo en la organización de la juventud y de las mujeres), que se agregaron a nuestros autóctonos Comités de Defensa de la Revolución, y que en lo económico sustituyeron a nuestro Sistema Presupuestario de Financiamiento .

Roberto: ¿Y cuándo se afianzó todo eso?

Ernesto: Todo eso se terminó de afianzar en 1976, cuando se aprobó la nueva Constitución. Recuerdo que en la época ingresé como profesor a la Universidad y conocí a un miembro del Partido que estudiaba abogacía cuando yo ni sabía que en el país había y/o se deseaba tener abogados; él me dijo que junto a la aprobación de la Constitución se trataba de consolidar la nueva institucionalidad, incluso en los concerniente al Derecho Socialista, y que para eso eran muy necesarios nuevos abogados.

Roberto: Pero espérate que te fuiste muy lejos; fíjate que casualmente yo estaba allí cuando se proclamó esa nueva Constitución. Mas debo resumirte cómo fui a parar a tu Isla, y eso tiene mucho que ver con las opiniones y actitudes que asumimos en este país en relación a su supuesta democracia.

Ernesto: Te escucho con cuatro orejas, pues nunca me comentaste esos detalles...

Roberto: Pues bien, para mí ese camino comenzó con el sacudón estudiantil de 1968, que se hizo sentir desde París hasta mi país, pasando por los EE.UU. Aquí el Gobierno tenía una millonaria deuda con la Universidad pública, la única existente entonces y que continúa siendo hoy de lejos la más importante del país, y cuando la estudiantina salió a las calles para reclamar que se pagara lo debido, y para solidarizarse con los obreros de diversas categorías que luchaban por mejores salarios y condiciones de trabajo, la respuesta gubernamental fue una represión que se cobró la vida de más de un joven y llevó a prisión en cuarteles a muchos sindicalistas. Ese fue el caldo de cultivo para un crecimiento exponencial en filas de esa juventud de la novel guerrilla urbana que se concentraba casi exclusivamente en hacer propaganda armada y repartir en barrios pobres alimentos robados a grandes empresas, sin atacar nunca directamente a las fuerzas represivas.

Ernesto: ¿Tú vivías eso en tu pueblo?

Roberto: Sí, en el 68 yo estaba todavía en mi pueblo, alejado 500 kilómetros de la capital, que era el epicentro de todos esos hechos; pero ya a principios del 69 me vine a la capital, para empezar mis estudios universitarios.

Ernesto: ¿Y cómo fue esa mudanza y adaptación?

Roberto: Al mismo tiempo difícil y fácil. Difícil porque tuve que adaptarme a la vida de la pensión, pagada por mis padres, donde compartía habitación con otros dos estudiantes venidos del interior del país. Y fácil porque de inmediato entré en la facción de la agitación estudiantil que apoyaba a la guerrilla, prolongando lo que había hecho ya en mi pueblo, antes de la mudanza y sin que nadie de la guerrilla supiera de nuestra existencia y accionar, que se limitaba a pintadas y volanteadas.

Ernesto: ¿Y qué pensaban de la famosa democracia de tu país?

Roberto: Te respondo con una anécdota que se inspiraba, exagerándola, de la experiencia de tu país. En el 69 hicimos manifestaciones que llegaron hasta el Palacio Legislativo para gritar a voz en cuello: “¡Ahí están, esos son, los que irán al paredón!”. Y conste que entre los Diputados y aún entre los Senadores que allí sesionaban había gente que militaba en Partidos de izquierda, incluyendo algunos que se llamaban socialistas e incluso comunistas, pero para nosotros eso no hacía la mínima diferencia. Lo que queríamos era echar abajo la famosa supuesta democracia que reinaba desde hacía por lo menos 60 años, y sustituirla por un poder revolucionario que se inspirase de lo que hacía y decía la dirigencia de tu país, y especialmente de lo que había pregonado y hecho el Che, asesinado como mártir dos años antes. Y todo eso lo corroborábamos lanzando bombitas de alquitrán contra las blancas paredes de mármol de aquel palacio, cuando lográbamos infiltrarnos por entre los cordones policiales que lo rodeaban y que nos gaseaban y apaleaban con saña. Esas eran las mismas fuerzas que protegían al Ministro que cuando fue a mediar en un conflicto de los trabajadores de la caña de azúcar en el extremo norte del país se había emborrachado junto a los gringos que eran dueños del ingenio azucarero, y a aquel otro personaje responsable por la energía eléctrica del país, que tras un apagón que afectó a casi todo el territorio, se apareció en una fiesta chic con un disfraz que hacía alusión a ese episodio.

Ernesto: ¿Y creían posible hacer en su país una Revolución como la nuestra?

Roberto: Aquí hablo por mí. Sí lo creía. Pero no tenía la menor idea de cuántos eran los militares y policías que defendían al capitalismo, apoyados por la gran prensa y por la casi totalidad de los sectores de ambos Partidos tradicionales; ni tampoco imaginaba cómo la guerrilla y el movimiento popular podrían combinarse para dar el paso que tu país había dado el 1 de enero de 1959.

Ernesto: ¿Y cuándo te integraste a la guerrilla, aclaraste esas dudas?

Roberto: Me integré a fines de 1969, cuando un compañero de Facultad me invitó a hacerlo, pocos días después de que enterramos a los jóvenes combatientes asesinados en la toma de una ciudad, ocurrida exactamente dos años después de la caída del Che. Allí descubrí un primer documento interno, al que luego se sumarían otros cuatro, donde se describía someramente, tanto la correlación de fuerzas sociales, como el poderío y distribución de las fuerzas militares y policiales que custodiaban el sistema imperante, al tiempo en que se dejaba sin respuesta la cuestión de cómo y cuándo podría darse el paso que ustedes habían dado hacía diez años.

Ernesto: Dices que no sabían cómo ni cuándo podría darse ese paso. Pero ¿no previeron que así como había ocurrido en Brasil desde 1964 podría ser la reacción la que rompiera las formas supuestamente democráticas reinantes e instalara una dictadura pura y dura? Porque entiendo que si ustedes podían manifestarse y en el Parlamento había legisladores de izquierda, esa dictadura no existía hasta entonces.

Roberto: A decir verdad, por lo menos en mi caso y en el de quienes me rodeaban en el aparato político-militar, en el que ejercí casi exclusivamente funciones políticas, lo que había ocurrido y ocurría en Brasil nos tenía sin cuidado; es más, casi no teníamos información detallada sobre aquel país, y tampoco la buscábamos. Simultáneamente, y aunque inspirados en el ejemplo de tu país no creíamos en la vía pacífica hacia el socialismo, dimos la bienvenida a la unión electoral que abarcaba desde el Partido Comunista hasta a demócrata-cristianos, que empezó a gestarse en 1970 y que se presentó a la elección presidencial, parlamentaria y municipal del año siguiente.

Ernesto: ¿Y cómo viviste esa instancia electoral?

Roberto: Nuestro Movimiento dejó claro que lamentaba que esa unión se hubiera dado con fines electorales y recordó que la llegada al Gobierno no se confundía con la toma del poder, pero creó una agrupación de sus apoyadores para militar legalmente dentro de la novel coalición, aunque sin presentar candidatos propios, y dejó en libertad a sus integrantes y simpatizantes para votar a quienes quisieran dentro de la misma.

Ernesto: Esa me parece una posición un tanto ambigua...

Roberto: Y sin duda que lo fue. Pero quizá nuestros dirigentes pensaron que las fuerzas reunidas por esa coalición, aunque fueran derrotadas electoralmente, podrían ampliar las bases de apoyo a las futuras acciones de la guerrilla; sin descartar la posibilidad de que alguno de esos dirigentes y de nosotros, no creyera imposible un triunfo de la coalición, con lo que se abriría la posibilidad de impulsar cambios hacia el socialismo desde el nuevo Gobierno y desde la guerrilla y su red de apoyo, simultáneamente.

Ernesto: Pero ¿tenían datos sobre la posibilidad real de ese triunfo?

Roberto: En absoluto. En la época, si mal no recuerdo, la única encuestadora que operaba en estas latitudes era Gallup, pero como era gringa, ni leíamos sus números. Nos inspiraban más las machaconas palabras de un viejo y conocido dirigente del Partido Comunista que en cada uno de sus programas radiales repetía enfáticamente “todo esto se acaba en noviembre”, para referirse a la instancia electoral que pondría fin a la política antipopular y a la represión del Gobierno vigente, fuertemente atado al FMI y a los EEUU.

Ernesto: Sé que el resultado electoral favoreció a la reacción...

Roberto: La coalición que integramos sacó sólo el 18 % de los votos. La derecha envalentonada terminó de preparar la dictadura que tú llamaste “pura y dura”. Pero nuestro Movimiento no la vio venir, y hoy me doy cuenta de que tampoco supo justipreciar las ventajas que nos daba la falsa democracia hasta entonces reinante; al contrario, valorando que con el nivel de acción hasta entonces desplegado habíamos captado todas las fuerzas que era posible atraer, decidió pasar al ataque de las fuerzas vivas del enemigo.

Ernesto: O sea, pasar al tipo de acción que en mi país se había dado desde el origen de la guerrilla a la postre triunfante.

Roberto: Exactamente. Pero con las diferencias de que aquí, como te decía, a pesar de los desmanes contra estudiantes y sindicalistas, y de la clausura de algún periódico popular, no había hasta entonces una dictadura pura y dura, y de que aquí, por circunstancias geográficas muy concretas, era imposible establecer zonas liberadas del dominio militar e institucional del Gobierno. Todo ello se sumaba al hecho de que no teníamos una estrategia clara, aunque fuera en su contorno general, como ocurrió en tu país con la idea de liberar una zona y luego ir ocupando progresivamente todo el país hasta la victoria final de esa ofensiva revolucionaria. Y, para colmo de males, nos olvidamos de que en una pelea de boxeo los protagonistas son dos...

Ernesto: ¿O sea?

Roberto: Que nos olvidamos de que el Gobierno, quienes lo apoyaban y los EEUU, podían estar también preparando una brutal ofensiva para establecer la dictadura pura y dura. Que fue lo que ocurrió cuando nuestro Movimiento decidió iniciar su hostigamiento ajusticiando a unos pocos integrantes del torturador y asesino Escuadrón de la Muerte, integrado por militares, policías y civiles de extrema derecha. La respuesta de la reacción fue fulminante y gigantesca; hubo miles de detenidos, la tortura se hizo sistemática, las Fuerzas Armadas que la practicaban, asumieron el rol político e institucional predominante en el país, los Partidos y sindicatos fueron prohibidos, los medios de prensa populares fueron cerrados, y el Parlamento fue clausurado.

Ernesto: Pero leí que la reacción popular fue heroica.

Roberto: Sí que lo fue. Cuando se produce el Golpe de Estado oficial la respuesta popular, encabezada por la Convención Nacional de Trabajadores, fue una Huelga General que se extendió por 15 días; y ello ocurrió, a pesar de que antes algunas fuerzas populares se habían despistado por la simpatía con la que el Partido Comunista había recibido un comunicado redactado por los militares golpistas antes de que se declararan tales.

Ernesto: ¿Y qué pasó con esa resistencia popular y con la guerrilla?

Roberto: Cuando se produjo el Golpe la guerrilla ya estaba reducida a la casi inacción a causa de los muchos compañeros asesinados y capturados. Y la gente que protagonizaba la Huelga empezó a sufrir el desgaste de una situación sin salida, pues los golpistas dominaban las calles y el país, desalojando y arrestando masivamente a quienes se les oponían.

Ernesto: ¿Que conclusión se sacó entonces y sacas ahora de esa derrota que llevó a la implantación de una dictadura pura y dura que si no me equivoco duró doce años?

Roberto: En la época sólo atiné a manifestarle a una de nuestras dirigentes que teníamos que revisar urgentemente nuestra estrategia y tácticas; pero conste que propuse eso sin que yo tuviera mínimamente claro lo que cabía establecer para ambas.

Ernesto: Y ella ¿qué te respondió?

Roberto: Me dijo que no era el momento de dudar y que había que pelear hasta el último hombre, haciéndose matar, en vez de caer preso.

Ernesto: ¿Y tú?

Roberto: Yo me limité a decirle que si las cosas se planteaban así, yo le pedía permiso para ir a mi pueblo a despedirme de mi familia.

Ernesto: ¿Y ella?

Roberto: Ella accedió en el acto, pero me ordenó que le entregara la granada y el revolvercito que el Movimiento me había dado para portarlos en permanencia.

Ernesto: Y hoy, ¿cómo valoras toda aquella situación?

Roberto: Hoy recuerdo las palabras que el Che había pronunciado casualmente en mi país, advirtiendo que antes de disparar el primer tiro revolucionario había que pensárselo muy bien, pues luego que se franqueaba ese paso nunca se sabía cuándo sería disparado el último tiro. Nosotros ni imaginamos lo brutal que sería la contraofensiva del enemigo y los años de dictadura desembozada que ella acarrearía consigo. Creo que hoy aquella advertencia del Che sigue siendo plenamente válida, y no sólo para mi país, sino para cualquiera. O sea, que hay que calcular muy bien para tratar de que lo que venga después de la seudodemocracia representativa capitalista sea una sociedad orientada hacia el socialismo ecomunitarista, y no una dictadura desembozada del capital, la extrema derecha y el Imperio.

Ernesto: ¿Y qué pasó cuando volviste de tu pueblo?

Roberto: Al cabo de un tiempo donde no se me asignaron tareas, la misma dirigente que antes me había autorizado a despedirme de mi familia me ordenó que debía irme a Chile, a reorganizarme con compañeros del Movimiento que luego retornarían al país.

Ernesto: ¿Y qué pasó con esa dirigente?

Roberto: No sólo no se inmoló en combate, sino que llevó a las fuerzas represivas hasta su pareja, disque para que no lo mataran. Su comportamiento en la cárcel es hasta hoy muy cuestionado por muchas de sus ex-compañeras de cautiverio. Tras el fin oficial de la dictadura, ella y su pareja han llegado a tener cargos políticos de primera importancia en el país.

Ernesto: Y tú, ¿te fuiste a Chile?

Roberto: Sí; te salteo las peripecias; allá llegué para reunirme con los compañeros que ya disfrutaban de la hospitalidad del Gobierno de Allende. Y aquí viene otro capítulo muy importante en cualquier diálogo que, como el nuestro, se plantee el tema de la democracia.

Ernesto: Te refieres al Gobierno de Allende y a su trágico final.

Roberto: Exactamente. Si habíamos sido bastante miopes en prever lo que podría pasar en nuestro país antes de que se implementara el Golpe de Estado, al llegar a Chile vimos de entrada lo que ocurriría y así se lo hicimos saber a cuántos chilenos de izquierda que tuvimos la ocasión de frecuentar. Conste que no éramos ni los primeros, ni los únicos en tener esa clarividencia, pues el Movimiento de Izquierda Revolucionaria ya venía alertando a Allende y a la sociedad chilena sobre los peligros de Golpe.

Ernesto: ¿O sea?

Roberto: El MIR y nosotros advertíamos que ante las campañas de nacionalizaciones y de reforma agraria promovidas por Allende, la derecha chilena y las Fuerzas Armadas, azuzadas por el Gobierno de los EEUU, arrojarían a la basura su disfraz democrático y darían un Golpe de Estado.

Ernesto: Y eso, aparte del MIR, ¿no lo veía Allende y el resto de la izquierda chilena?

Roberto: Creo que Allende no lo vio hasta el último momento, a pesar de que Fidel le había simbólicamente regalado el fusil con el que luego moriría heroicamente resistiendo al Golpe; el Partido Comunista, por su lado, hizo la campaña para las elecciones legislativas que precedieron de muy poco tiempo al Golpe con la consigna “No a la guerra civil”, sin percibir que el peligro no era ese, sino el de una masacre fascista, ya que el pueblo sólo contaba con unas pocas armas que el MIR había logrado reunir.

Ernesto: Tengo entendido que en eso Allende cometió un error garrafal.

Roberto: Efectivamente. Empecinado en su idea de la vía pacífica al socialismo y muy presionado por la derecha, incluyendo la militar, poco tiempo antes del Golpe Allende promulgó una Ley de Control de Armas que permitió que las fuerzas represivas desarmasen a los pocos focos de potencial resistencia popular armada en los cinturones industriales de Santiago de Chile y de otras ciudades.

Ernesto: O sea que la derecha, muy valiente, quería asegurarse de que en el momento del Golpe su contrincante, que no era otro que el pueblo chileno, estuviera inerme.

Roberto: Así es; e infelizmente Allende cayó en esa trampa.

Ernesto: ¿Así que no hubo preparación armada masiva para defender a la democracia popular que encarnaba el Gobierno de Allende?

Roberto: No, no la hubo. Es más, en el último discurso emitido por Radio Magallanes en el que Allende, ya cercado en el Palacio de Gobierno y bombardeado por los golpistas, incluso por aviones, logra dirigir al país, su mensaje no es un llamado a la resistencia armada del pueblo contra el Golpe, sino que tiene un tono de despedida y de augurio de un indefinido día futuro en el que las grandes alamedas se han de abrir nuevamente para el paso triunfal del pueblo chileno.

Ernesto: ¿Y por qué crees que su discurso tuvo ese carácter y tono?

Roberto: Porque sabía que el pueblo no estaba ni armado ni organizado para llevar adelante una lucha armada capaz de derrotar a los golpistas. Y agrego que su muerte heroica no exime a Allende de toda la responsabilidad que le cupo en el hecho de que el pueblo careciera de tal organización y armamento.

Ernesto: ¿Crees que esa moral de la Historia va más allá del caso chileno?

Roberto: Sin duda. La historia se repitió en el Golpe que derribó a Evo Morales a fines de 2019. Y la moral de la Historia a la que hiciste alusión es muy clara: la vía pacífica hacia el socialismo, al menos en América Latina, es suicida. Todo Gobierno popular que no organice y arme al pueblo para defenderse y defenderlo, está condenado a ser derrotado. Una democracia popular de intención socialista, o aún del “buen vivir”, que no tenga esa fuerza popular de defensa armada, está condenada a la derrota.

Ernesto: ¿Y cómo viviste el Golpe que le costó la vida a Allende?

Roberto: Por pura casualidad no lo viví. Una semana antes me ordenaron cumplir una misión fuera de Chile. Y fue así que tras algunas vueltas, fui a dar a tu país, donde viví la discusión de la Constitución de 1976, con la que te devuelvo la palabra pues hasta ella habías llegado.

Ernesto: Bien. En esa Constitución, entre otras cosas, institucionalizamos nuestra democracia con sentido socialista. En lo político quedó establecido un sistema que de abajo hacia arriba se organizaba, mediante elecciones sucesivas desde la ciudadanía y luego indirectamente entre un escalón y otro, en Asambleas, respectivamente, Municipales, Provinciales y Nacional, del Poder Popular. Básicamente ese sistema rige hasta hoy. Los candidatos no se autoproclaman, sino que son indicados por sus vecinos o colegas de trabajo; y no hacen campaña electoral; se dan a conocer simplemente a través de algunos paneles donde figuran las historias de vida resumidas de las personas propuestas para los respectivos cargos. El Partido no presenta candidatos. Finalmente, en la Asamblea Nacional se designan los dirigentes máximos del Estado, que en la época tenía como autoridad superior al Primer Ministro. Como los ocupantes de los cargos en las Asambleas antes mencionadas se reúnen pocas veces al año y continúan percibiendo los salarios de la función laboral que siguen desempeñando a la par de su acción política, un colega dice que en nuestra democracia se realiza la máxima de Maquiavelo según la cual el mejor Estado es aquel en el que el Gobernante no quiere serlo; en nuestro caso ello es así porque el cargo político sólo trae dolores de cabeza y ninguna ventaja monetaria o de otro tipo. Y reitero que esa situación básicamente continúa igual, a pesar de las reformas constitucionales habidas desde 1976 y de la nueva Constitución promulgada en 2019.

Roberto: Pues aquí voy a hacer de abogado del diablo, para que luego conversemos sobre lo que ocurre actualmente en tu país y en el mío.

Ernesto: Te escucho...

Roberto: Pues te diré que en la fábrica cubana donde, muy joven, acompañé la discusión del Proyecto Constitucional de 1976, la única propuesta efectiva que surgió fue la de cambiar el nombre oficial del país para adoptar el de República Socialista de Cuba; propuesta que finalmente no fue incorporada al texto constitucional. O sea, que ni siquiera los miembros del Partido que tomaron parte de aquella discusión llamaron la atención hacia los aspectos medulares de la nueva democracia que la Carta Magna consolidaba o instauraba. De lo que concluí ya entonces que la participación política efectiva que se suponía que esa Carta ofrecía y esperaba de las bases, resultó ser mínima. Simultáneamente todos veíamos en esa misma fábrica cómo los representantes del Partido y los dirigentes sindicales hacían la vista gorda ante manifiestos robos de materiales, que el Administrador practicaba casi a diario. Un hecho más que confirmaba la poca participación, control y poder popular efectivos, a contrapelo de lo consignado en el papel.

Ernesto: Puede que tengas algo de razón, y que lo que refieres sea parte de lo que le copiamos a los soviéticos. Pero mucha cosa cambió, principalmente en lo económico, cuando tras el hundimiento de la URSS y del Campo Socialista europeo, entramos en el Período Especial, y adoptamos luego los nuevos Lineamientos Económicos, que consagramos en la nueva Constitución de 2019.

Roberto: Me interesa mucho que me cuentes cómo han tratado de renovar su socialismo y su democracia hasta llegar a los días actuales, pero te aviso que estamos en la hora de tu conferencia.

(Roberto llama al camarero y le paga la adición total de lo consumido. El camarero agradece y se retira, saliendo de escena. De inmediato, Ernesto y Roberto se levantan y salen de escena. Cae el telón)

ACTO II

(Cuando se levanta el telón Ernesto está en un pequeño estrado de conferencista de frente al público del teatro, y en la única fila de sillas que está iluminada en la escena, haciendo frente a Ernesto, Roberto es el único espectador, sentado de espaldas al público).

Ernesto (Dando vuelta la última página de su intervención): Bueno... para no cansarlos y para concluir esta conferencia que ya se prolongó por más de una hora, les digo que nuestra nueva Constitución de 2019 reafirma básicamente los principios de nuestra organización política vigentes desde la Carta Magna de 1976. De las novedades destacaré sólo unas pocas. Se promulga la dignidad humana como base de todos los derechos y deberes, y se enaltecen las libertades individuales. Se vuelve a introducir la figura del Presidente de la República, cargo que puede ocupar alguien que no sea el Primer Ministro, y, al tiempo en que se limita a dos el número de sus mandatos consecutivos, se estipula la edad máxima de 60 años para ser electo a la presidencia; con esas limitaciones se busca, respectivamente, que con reelecciones ilimitadas un hombre monopolice el poder, y se busca que el máximo mandatario no sea demasiado viejo, para favorecer la renovación de ideas en la máxima magistratura del país. Al mismo tiempo se instituyeron los cargos de Gobernador provincial, donde no habrá más delegados electos para una Asamblea de ese nivel, y de Intendente a nivel municipal, donde no sólo subsisten las Asambleas, sino que se reafirma su autonomía administrativa. Se estipuló como una de las vías para suscitar la discusión sobre una reforma constitucional, la iniciativa reformista mediante las firmas de 50 mil ciudadanos; fíjense que eso representa menos del medio por ciento de nuestra población actual. Y ahora, si me permiten, voy a responder a la pregunta que se me ha hecho al entrar en esta sala, vinculándola al estatus de las libertades en mi país, sobre si el Gobierno autorizará o no manifestaciones públicas contrarrevolucionarias tras las protestas ocurridas en julio de 2021; y disculpen si mi respuesta es algo larga, pero no hay más remedio. Lo que diré fue sistematizado en un artículo del colectivo cubano La Tizza.

(Ernesto sale de detrás del estrado y se para frente a Roberto, mirando por encima de la cabeza de éste directamente al público del teatro, a quien dirige sus palabras).

Ernesto: La pregunta que se me hizo lleva a dos respuestas alternativas que tienen, ambas, resultados perversos. Si se autoriza esas manifestaciones contrarrevolucionarias entonces se fortalecerán progresivamente las fuerzas internas que siempre han renegado del socialismo y las nuevas corrientes que han aparecido en mi país propugnando más o menos abiertamente la vuelta al capitalismo y la aceptación del yugo imperialista; el resultado de ese progresivo fortalecimiento sería la sucesiva apertura de brechas en nuestra democracia y la progresiva fragilización de nuestro socialismo; así esas manifestaciones autorizadas harían una labor de topo que al fin y al cabo terminaría por derrumbar nuestra democracia socialista y nos convertiría en otra semicolonia yanqui y neoliberal como esas muchas que acatan los mandatos de los EEUU y de la OEA, que es, como dijo el Che, del Ministerio yanqui de Colonias. Por otro lado, si no se autorizan esas manifestaciones, entonces, ahora que los teléfonos móviles y la internet están al alcance de la mayoría, se lanzaría otra gran y poderosa campaña tanto interna como internacional, que denunciaría un nuevo atropello de lo que los yanquis y sus títeres llaman la dictadura cubana castro-comunista. Así puestas las cosas, lo que defiendo es que hay que ir más allá de esa alternativa que nos lleva en sus dos polos a resultados negativos. (Ernesto toma aire y sube el tono de voz, siempre mirando fijamente en dirección del público). Creo que hay que retomar la iniciativa revolucionaria, aproximándose de los sectores que hoy están descontentos y ante ellos y con ellos defender los logros y proyectos de nuestro socialismo, y entablar un franco diálogo autocrítico y crítico que no rehuya nuestros errores e insuficiencias y que busque las respectivas soluciones. He dicho junto a otros compañeros que quien debe temer a ese ejercicio no son los verdaderos revolucionarios, sino los burócratas que, para defender los privilegios con los que cuentan en algunos casos, temen más que nada a la pérdida de los cargos que ostentan, y se niegan tenazmente a reconocer su responsabilidad por nuestros fracasos y errores. Ahora bien, procediendo de esa manera, contribuyen directamente a que la parte de la gente que, sin ser contrarrevolucionaria, acompaña las recientes quejas y manifestaciones públicas, como las ocurridas en julio de 2019, se deje influenciar e incluso pueda venir a adoptar las tesis de los verdaderos contrarrevolucionarios, que, como se sabe, son abiertamente financiados por los EEUU. Si dialogamos francamente con esos descontentos confundidos, no sólo que podremos encontrar respuestas para muchas de sus reivindicaciones, sino que los apartaremos de la contrarrevolución y los mantendremos o traeremos de vuelta a las filas revolucionarias.

(Ernesto toma otra vez aliento, y concluye, ahora en voz más baja).

Ernesto: Hasta aquí lo que quería decirles. Quedo ahora a disposición de ustedes para cualquier pregunta o duda.

(Ernesto pasea los ojos por el público. No hay ninguna pregunta).

Ernesto: Bueno, entonces, como deben estar cansados, les agradezco mucho la atención y les recuerdo que mañana en este mismo local y horario repetiremos esta charla de hoy para quienes estén interesados en nuestro tema. ¡Muchas gracias!

(Roberto se levanta, se aproxima de Ernesto y le da la mano. Ernesto recoge los papeles de su charla que había dejado encima del estrado, y ambos salen de escena. Cae el telón).

ACTO III

(Cuando se levanta el telón Ernesto y Roberto entran a escena y van a sentarse en la misma mesa de bar del Acto I; pero ahora intercambian posiciones, aunque siempre el uno frente al otro y de perfil al público).

Camarero: ¡Encantado de verlos nuevamente, señores! ¿Qué se van a servir?

Roberto (Mirando interrogativamente a Ernesto): ¿Qué deseas?

Ernesto (dudando): Voy a querer un café con leche de esos largos que aquí llaman capuchino, y dos medias-lunas rellenas de jamón y queso, pues quizá eso ya sea mi cena.

Roberto (mirando al camarero): Perfecto; lo mismo para mí, por favor.

Camarero: Muy bien. De inmediato les traigo el pedido. (Gira en redondo y sale de escena).

Roberto: Tu conferencia me reafirmó dos observaciones y me suscitó una seria duda.

Ernesto (Mirándolo interrogativo): ¿Sí? ¿Cuáles?

Roberto: Sobre el sistema político piramidal de la Isla me parece que se puede cuestionar por lo menos un aspecto de su base, y otro de su vértice. En la base, si los integrantes de las Asambleas Municipales son postulados y electos sin que deban proponer plataformas programáticas, no hay verdadero debate entre los electores acerca de ideas y proyectos eventualmente diferentes que pueden tener importantes impactos en sus vidas. Y lo mismo sucede cuando se postulan y eligen a los miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Y en lo que respecta al vértice, me parece discutible desde el punto de vista democrático que el pueblo no pueda elegir a su Presidente de manera directa. Y ahora voy a la duda. Como dijiste que había que ir más allá de la alternativa sobre las marchas contra, al fin no diste tu opinión sobre si crees que hay que autorizarlas o no.

Ernesto: Me limitaré a la cuestión de las marchas pues es un tema candente. Es verdad que no di mi opinión sobre si hay o no que autorizarlas, y no se la diré a nadie fuera de mi país; pero haré una excepción contigo, pues nos conocemos desde hace mucho tiempo. Yo creo que no hay que autorizarlas.

Roberto: ¿Por qué?

Ernesto: Porque temo mucho más a un posible derrumbe progresivo, como el que ocurrió en la URSS durante la administración de Gorbachov, que a cualquier campaña contrarrevolucionaria que nos denuncie como dictadores; porque, al fin de cuentas, la Revolución enfrenta esas compañas desde su inicio.

Roberto: ¿Pero no te parece que así echarán en brazos de la contrarrevolución a esos sectores que tú dijiste que están confundidos, y que de hecho están molestos por viejas carencias, como la repetida falta de algunos alimentos básicos, como el aceite, y lo único que quieren es que se resuelvan esas carencias?

Ernesto: Es posible, pero confío en que podamos convencerlos mediante el diálogo.

Roberto: Pero quizá antes y después de que puedan sentarse a dialogar con ellos la contrarrevolución los esté azuzando a través de los teléfonos móviles, recordándoles que les han prohibido protestar por reivindicaciones tan elementalmente justas y que han sido desatendidas durante décadas, a pesar de las muchas sustituciones de responsables gubernamentales y de sucesivas promesas de mejorías.

Ernesto: (Irónico) Eso está por verse...

Roberto: Ahora, más allá de esas reivindicaciones puntuales, te hago una pregunta que va al corazón de la idea que nos hagamos de la democracia y del derecho de discrepar y de manifestación.

Ernesto: ¿Sí?

Roberto (Buscando las palabras): Verás...Ahora mismo vienes de hacer una conferencia en un país capitalista, criticando al capitalismo y defendiendo el socialismo. ¿No ves una incongruencia en el hecho de que no creas legítimo que personas o grupos de tu país puedan manifestarse públicamente haciendo críticas al socialismo vigente, para tratar de mejorarlo, o incluso y si algunos así lo desean, defendiendo un futuro capitalista?

Ernesto (Enfático y convicto): No, porque como dijo Lenin, dirigiéndose a los partidarios del capitalismo, uso la libertad en nombre del concepto de la misma que ustedes defienden, y se las niego a ustedes en nombre de la concepción de libertad que yo defiendo.

Roberto: ¿Y cuál era exactamente la noción de libertad que tenía Lenin?

Ernesto: Pues, la de la dictadura del proletariado. O sea la de darle libertad de opinión, prensa y manifestación a los obreros, campesinos y soldados que adherían a la Revolución, y negársela a todos aquellos que se opusiesen a ella.

Roberto: ¿Y crees que de verdad en la URSS que sucedió a Lenin esos obreros, campesinos y soldados tuvieron esas libertades, o lo que se impuso fue la dictadura del Partido que decía que los representaba? O sea, que contrariamente a la consigna revolucionaria que reclamaba “todo el poder para los Soviets”, lo que se instaló en la URSS fue la realidad del poder omnímodo del Partido Comunista, y de hecho, a partir de Stalin, del Secretario General de ese Partido.

Ernesto: Es posible que ello haya sido así, pero en Cuba hemos roto con el modelo soviético desde 1991.

(Entra el camarero con el pedido)

Camarero: Aquí está su pedido, señores. ¿Desean algo más?

Roberto: No, por ahora no. ¡Muchas gracias!

Camarero: ¡A sus órdenes! (El camarero se aparta de la mesa y sale de escena).

(Roberto y Ernesto empiezan a beber los capuchinos y a comer despacio las medias-lunas)

Roberto: Sobre lo de que rompieron con el modelo soviético, me pregunto si realmente es así. Y para completar mi interrogación te planteo la siguiente hipótesis...(Roberto busca las palabras). Me pregunto si lo que llevó al inesperado y rápido derrumbe del llamado “socialismo real” en la URSS y en el llamado “Campo Socialista de Europa” no se debió al hecho de que allí, durante décadas, todo atisbo de disidencia crítica fue tenazmente censurado y reprimido; de tal forma que así fue acumulándose el vapor a temperatura creciente en una olla de presión, que, cuando estalló, arrasó con todo lo que aquellas censura y represión supuestamente querían proteger, a saber, el llamado socialismo real.

Ernesto (Haciendo ademán de objetar): Pero...

Roberto: Déjame terminar de plantear mi hipótesis. Contrariamente a lo sucedido en la URSS y en el Campo Socialista europeo, el capitalismo actual va soltando vapor casi a diario, en cada manifestación opositora que autoriza y en cada reivindicación puntual de muchas de esas manifestaciones que atiende; de tal manera que el capitalismo va cambiando partes de su maquillaje para seguir siendo capitalismo; en otras palabras, tiene la capacidad de absorber las expresiones de descontento y de conceder cambios parciales, perpetuándose así como capitalismo más o menos reformado. Fíjate que incluso la autorización de tus conferencias en mi país entra en ese rubro de la absorción y digestión de críticas y descontentos, sin que la olla explote; o sea, sin que haya Revolución y para que el capitalismo se eternice como capitalismo. ¿No crees que esa hipótesis sobre las dos maneras distintas de lidiar con una olla de presión puede aplicarse a tu país en los días actuales y a cualquier país que ahora o en el futuro desee emprender con éxito durable el camino hacia el socialismo?

Ernesto (Pensativo y dubitativo): La verdad es que no había pensado de esa manera...

Roberto: Te agrego otro elemento a ese cuadro reflexivo. En este país hay un nuevo Gobierno de derecha que no ha cumplido siquiera los dos años. Sin embargo no tiene temor a tolerar, y a veces a polemizar, e incluso a atender esta o aquella reivindicación de movimientos de protesta que casi a diario salen a la calle por los más diversos motivos; un día son los trabajadores de tal o cual sector; otro los docentes o estudiantes de tal o cual rama de enseñanza; y otro la comunidad LGBT, o los productores rurales, y así sucesivamente. ¿No te parece llamativo y digno de reflexión el hecho de que este Gobierno recién instalado y que adopta algunas políticas claramente antipopulares se sienta más seguro para enfrentar las más diversas protestas y para absorberlas con eventuales correctivos parciales, que la Revolución cubana que desde hace 6 décadas está en el poder y que ha hecho y hace todos los días obras que pretenden beneficiar a las grandes mayorías?

Ernesto (Con los ojos brillantes y subiendo algo la voz): Pero te olvidas de un detalle. Este Gobierno no enfrenta el feroz bloqueo que tenemos que sufrir desde hace 6 décadas.

Roberto: Esa es una gran verdad. Pero ahí va otra pregunta. ¿Cómo puede ser que después de 6 décadas y con todos los resortes del poder en las manos, los sucesivos responsables de la Isla no hayan logrado resolver cuestiones tan básicas como una frugal alimentación garantizada con tranquilidad todos los meses? Porque no te estoy hablando de caviar, sino de aceite, verduras abundantes y carne de pollo...

Ernesto: Es que el bloqueo no permite que compremos ni siquiera esos productos básicos...

Roberto: Pero ahí es donde debe lograrse la frugal soberanía alimentaria con los recursos que el país posea, y con el concurso de la capacidad técnica de una comunidad científica propia que logró incluso crear en tiempo record dos vacunas contra la COVID19 y muchos otros productos biotecnológicos. Me cuesta creer que la combinación de ambos factores no logre garantizar a todo el pueblo una canasta alimenticia sana y en cantidad necesaria para llegar a fin de mes sin sobresaltos. Y conste que por ahora no voy más allá del terreno de la alimentación, sin entrar a otras áreas básicas como son el abastecimiento energético en un país que con la caña de azúcar puede producir abundante biocombustible, incluso para hacer circular la flota del transporte público terrestre, o el área de la vivienda...

Ernesto (Molesto): Te entiendo; pero no es soplar y hacer botellas...

Roberto (Calmándolo): Claro que no; pensaba en la potencialidad de ese diálogo con la ciudadanía que tú invocaste antes; pues de ella tendrán que brotar las soluciones para sus carencias; aunque haya que cambiar a la mayoría de los dirigentes para encontrar mejores rumbos...

(Ernesto mira a Roberto, mira a sus manos, y permanece callado).

Roberto: Y conste que esto te lo digo asumiendo que estarían menos solos y bloqueados si nosotros en este país y en otros países de América Latina hubiéramos podido enrumbar nuestros pueblos hacia el socialismo. O sea, asumo plenamente nuestro fracaso y nuestra responsabilidad por parte de los males que los aquejan. Como media disculpa sólo puedo invocar el hecho de que seguimos intentándolo, y a pesar de estar en franca minoría, seguimos oponiéndonos al capitalismo y defendiendo un futuro poscapitalista para nuestro pueblo y para la Humanidad. Claro que en mi caso estoy apropiándome de méritos ajenos, pues como sabes, después de que mis jefes me ordenaron refugiarme en Europa, cuando pensaba que el Viejo Mundo sería una simple escala para volver a nuestro país, mi actividad política se ha limitado a la ejercida desde la cátedra universitaria de un país vecino al que me vio nacer.

Ernesto (Irónico): Pues la verdad es que esa lucha no nos aporta casi nada de concreto, y menos aún después de que en este país la supuesta izquierda se dio el lujo de perder el Gobierno nacional tras ejercerlo con mayoría parlamentaria durante 15 años.

Roberto: Tienes toda la razón. Esos Gobiernos, a pesar de que contaron entre sus responsables a gente nuestra que había pagado con tortura y cárcel su anterior compromiso revolucionario, me decepcionaron a mí tanto o más que a ti; y no soy el único en pensarlo y decirlo. Porque sencillamente, en vez de proponerle al pueblo el avance hacia el socialismo, se limitaron a administrar el capitalismo, permitiendo incluso una concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra como nunca antes se había visto en la historia de este país, al tiempo en que hacían acuerdos entreguistas con multinacionales, incluyendo las propulsoras de meganonocultivos a base de agrotóxicos, y no se animaban a reestructurar las Fuerza Armadas golpistas que siguen obedeciendo a los EEUU, ni a presionarlas para encontrar a nuestros desaparecidos durante la dictadura. Asumo toda mi responsabilidad por el hecho de que no hayamos podido detener y corregir esos entuertos. En mi caso, como te dije, soy más culpable por haber contemplado esos acontecimientos desde un país vecino. Y ahora te confieso que hoy no veo cómo y cuándo se logrará un bloque social y político en mi país natal o en otro del Conosur, capaz de, si hace falta con una punta de lanza militar, llevarnos más allá del capitalismo, rumbo al ecomunitarismo.

Ernesto (Irónico): Pero ahora soy yo el que te hace una pregunta. ¿Tras lo ocurrido aquí en estos últimos 20 años, no quedó claro que con la supuesta democracia representativa capitalista ningún cambio a favor del pueblo está asegurado, y puede desmoronarse con el primer Gobierno derechista que asuma el poder? Fíjate que eso es lo que me lleva a defender nuestra forma de democracia, y a negarme a autorizar manifestaciones que la cuestionen; pues si al cabo de esas manifestaciones perdemos el Gobierno, en un santiamén la derecha apoyada por los EEUU destruirá toda la obra social hecha por la Revolución en beneficio de las grandes mayorías. Por eso estampamos en la propia Constitución que en nuestro país el socialismo es incuestionable.

Roberto: Comparto totalmente tu crítica a la seudodemocracia capitalista. Pero al mismo tiempo pienso que ni siquiera en tu país ninguna conquista popular está definitivamente asegurada, aunque se estampe en la propia Constitución tal o cual mandato o prohibición. Creo que generación tras generación sólo el pueblo puede y debe renovar y ampliar sus conquistas mediante su activa adhesión crítico-propositiva al proyecto poscapitalista. Y ello supone estar permanentemente abierto a las críticas y manifestaciones públicas de descontento de ese pueblo.

Ernesto (Sonriendo): Y así volvemos a lo de las manifestaciones...

Roberto (También sonriendo): Así es, pero creo que no hay escapatoria...Y lo planteo no sólo para el caso de ustedes, sino porque lo mismo nos tocaría resolver en cualquier país en el que en el futuro podamos enrumbarnos hacia el socialismo. Por eso ustedes siguen siendo nuestra esperanza y nuestro espejo, y miramos y oímos con mucha atención todo lo que ustedes hagan y digan, pues siempre aprenderemos de ustedes con sus aciertos y sus errores.

Ernesto (Mirando su reloj): Pero ya es tarde y necesito dormir...

Roberto (Apenado y con tono de pedir disculpas): Tienes toda la razón. Te acompaño hasta tu hotel. Es una pena que mañana no pueda oírte.

Ernesto: No te preocupes, pues diré lo mismo que hoy e inmediatamente tras la conferencia me llevan al aeropuerto para que me tome el avión de regreso.

Roberto: Te acompaño hasta el Hotel, y seguiremos en contacto por email.

(Roberto llama con un ademán al camarero, que entra en escena y se aproxima a la mesa; Roberto le paga la adición; el camarero agradece y se retira. Roberto y Ernesto se levantan y salen de escena, caminando lado a lado. Cae el telón)


FIN


 


26 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Commentaires


bottom of page