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Foto del escritorIsabel Hernández

GANA LA BANCA


¡Negro el ocho!, gritó el crupier y sentí un temblor en todo el cuerpo.

Se me aflojaron las rodillas, un dolor en las articulaciones, y tuve que apoyarme en el tapete y hacer un esfuerzo para mantenerme erguida.


Tragué saliva, apreté los labios y vi las manos del crupier, vi cómo sus dedos se extendían y empujaban una pirámide de fichas de todos los colores, en dirección a mí, inequívocamente en dirección a mí.

Levanté la vista, apoyé la copa de champagne en el borde de la mesa, esforcé mi voluntad para mostrarme impasible, mirar con firmeza, con cierta dignidad, y entonces lo vi. Él estaba allí, al otro lado de la tabla de juego, justo al frente. Sus ojos descubrían los míos.


Pensé en una vieja foto, de esas en las que, enderezando la columna, afirmas bien los pies y pones una cara imperturbable. Y me dije: así debo mostrarme. Era imposible, claro, la marea de la sexta copa de la noche me empujaba al desconcierto, al ridículo.

Todos me miraban, con risas y galanterías trataban de sepultar la envidia.

Yo seguía sin saber dónde poner las manos, dónde meter el centenar de fichas, porque lo importante era que él me miraba y esa mirada era lo único que existía y yo me esfumaba lentamente, me diluía como la cera con el calor de un fósforo.


Atiné a sonreírle.


La atención de alrededor volvió a los números horizontales, algunas manos comenzaron a moverse con frenesí y yo empecé a guardar atolondradamente las fichas en mi cartera, en mis bolsillos, nada de prolija y sin ningún éxito. Es que no pensaba en lo que hacía: observaba de reojo cómo él se desplazaba lentamente, circunvalando la mesa en dirección a mí, insinuante, con la prestancia del seductor exitoso, mirándome, siempre mirándome.


Estaba espléndido, como en sus mejores tiempos.

-No te haré un solo reproche –le dije, sin más-. Ya sé que los alacranes envenenan.

Me sonrió. Con la mano izquierda me acarició el cuello y con la derecha eligió las fichas. Fueron muchas y calculó el valor. Las puso a chance, con gestos lentos, displicentes.


Rodó la bola y fue a perdedor.


Relato premiado en el X CERTAMEN INTERNACIONAL

CONTEXTOS, de la Secretaría de Cultura de la Nación-Radio

Cultura, Buenos Aires-Argentina, noviembre de 2007.


 

(Imagen de pxhere.com)

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