Escrito por Jaime Huenún Villa
FOGÓN
Menos que el silencio pesa el fuego, papay, tu gruesa sombra que arde entre leños mojados; menos que el silencio a la noche y al sueño, la luz que se desprende de pájaros y ríos.
“Hermano sea el fuego”, habla, alumbra tu boca, la historia de praderas y montañas caídas, la guerra entre dioses, serpientes de plata, el paso de los hombres a relámpago y sangre.
Escuchas el galope de las generaciones, los nombres enterrados con cántaros y frutos, la lágrima, el clamor de lentas caravanas escapando a los montes de la muerte y la vida.
Escuchas el zarpazo del puma al venado, el salto de la trucha en los ríos azules; escuchas el canto de aves adivinas ocultas tras helechos y chilcos florecidos.
Respiras ahora el polvo de los nguillatunes, la machi degollando el carnero elegido; respiras ahora el humo ante el rehue, la hoguera donde arden los huesos del largo sacrificio.
“Hermano sea el fuego”, dices retornando, el sol ancho del día reúna a los hermanos; hermano sea el fuego, papay, la memoria que abraza en silencio la sombra y la luz.
*Papay es el nombre afectuoso que se da a las ancianas.
Pintura de Eduardo Rapimán para el poema Fogón, incluido en Los viajes, las vigilias, antología personal en progreso.
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