Esas fueron las palabras que encontré escritas en el pilar de una casa ubicada en medio de la Nahuelbuta maulina. Yo venía saliendo de una de sus habitaciones de puertas de madera con pestillo de alambre y clavo. La pieza era oscura, construida completamente de adobe, fuertes pilares de madera y tejas cocidas al viento secano de la zona y el piso de tierra cubierto por pequeñas alfombras es lo más hermoso que me ha tocado vivir en la vida. Al abrir la puerta, el sol de la mañana me abrazaba y la huerta cubierta por la parra goteaba el último rocío de la madrugada. Tomé la jarra con agua y llené el lavatorio de loza posado sobre un trozo de tronco para lavarme la cara y las manos. El espejo hablaba de mis irritaciones por el litre, de mis resacas con vino de la zona, de mi compartir el tiempo con la naturaleza, sin relojes. Cuando levanté la cara para secarla al sol, vi en la viga que afirma, paralela al techo, el corredor, unas letras escritas con lápiz de pasta azul y un poco temblorosas. Decía: casa fea.
Esa casa habita al alero de un cerro, perdida pero no escondida. Construida en perfecto adobe y robusta de vigas de madera adorna el camino, inmóvil, pero llena de vida. El tiempo ha variado su construcción, pero no su espíritu. Allí viven los y las anteriores, se cobijan al alero del relato en la boca desdentada del y la anfitriona. Un pabellón de tres piezas, la principal con piso de madera, las otras merecen el suelo desnudo, la conexión radical con la madre. Las vigas que afirman el corredor que la rodea son de maderas que han vivido lo que se cuenta en los libros de historia y ¿qué será de las manos que cocieron las tejas que resguardan a esta casa?¿cómo o cuándo llegaron hasta acá? La casa tiene el suelo que la afirma, nada de esperpentos de cemento ni tecnología oriental. La cocina está fuera de la casa con un fogón al centro, al modo de los pueblos originarios. Lo que sucede dentro de estas cocinas es un trabajo de desaprender el tiempo y la palabra arbitraria, ahí vive sin duda la historia. El comedor siempre al aire libre acompañando al molinillo, la casa ahora tiene luz eléctrica pero la vela y el fuego siguen siendo muy atractivos. Y el gallinero y el caballo y los corderos y ovejas y la pajera y el risco y el estero y los cerros.
Cuando levanté la cabeza y vi esas dos palabras, le pregunté a mi anfitriona que significaba eso. Eso es lo que pienso, me dijo. Veo esta casa y la comparo con las que salen en la tele y encuentro que vivo en una casa fea, no como esas que veo... prosiguió. Internamente mi sorpresa estallaba, pero no quise expresarme. Solo la escuché mirándola a los ojos.
Casa fea, pero casa al fin y al cabo pensaba, mientras recordaba las mejoras de las tomas llenas de cartón y fonola. ¿por qué casa fea? Me pregunto hasta ahora.
¿Por qué casa fea?
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