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11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

11 de septiembre 1973

 

“La Bandera de Chile es usada de mordaza

y por eso seguramente por eso

nadie dice nada”

Elvira Hernández

 

Ese año, no hubo banderas

en los mástiles del barrio.

Las calles vaciaron las salidas

y entradas, para enfrentar a lo terrible.

 

Hubo muertos en las calles,

prisioneros y torturados en estadios,

hombres y mujeres abusadas

en gritos de exterminio

en casas clandestinas.

No hay banderas para esta primavera.

 

Todo lo vivido

Lo sentido y caminado

Lo visto y lo que vendría

quedaron para siempre

en el papel de las fotografías.

Un disparo. Una fotografía.

Un disparo. Un silencio.

Un disparo. Una imagen,

para nacer a la memoria

y decir que todos los que no están

quedaron atados en nuestros pechos.

 

No se escucharon más

las marchas que anunciaban el porvenir

de las manos unidas, de las manos extendidas

y empuñadas a las luchas en contra del oprobio. 

Fue del congreso y no del pueblo

que los días vaticinaron el golpe.

No el pueblo, ni las manos extendidas,

sino de aquellos que en el pedestal sacrosanto

de los que hacen de la política

el lavado de manos,

para condenar a los justos.

Esa bandera, para acallar la memoria.

 

Pero los justos no tienen

la riqueza de las corbatas

y las solapas anchas de verbo.

A los justos les queda recibir,

esperar, llorar y beber

de la propia sangre derramada.

Ya no hay mástil que sostenga una bandera. 

 

Los días se volvieron silencio.

El silencio que dejan los muertos

entre las metrallas de militares

guiados por un asesino,

juzgando a sus desconocidos,

a los que su lucha

por pobreza, obrera,

trabajadora y libertaria,

se les volvió sangre

y sus sueños,

sin cuerpo.

Sin cuerpos los nombres

de hombres y mujeres.

Niños,

que no vieron un amanecer. 

 

Los y las arrojaron sobre nosotros.

Son nuestras heridas,

nuestras cicatrices

nuestras lágrimas, nuestro cielo.

Un disparo hizo hablar a los muertos

Un disparo regaló las imágenes

que llevaremos como banderas.

 

Los ríos caen, vienen desde tarde,

desde lejos, desde tiempos.

El sonido de las aguas,

la densidad de la corriente,

las voces silenciadas,

no son los muertos

porque están vivos,

los que resuenan en el alma

en nuestro contra olvido.

 

La imagen del río Mapocho

Un disparo. Una fotografía.

Cicatriz, herida,

huella que rastrean los hijos,

los niños, de quienes buscan una palabra:

justicia.

 

Ni el egoísta, ni el asesino

podrán ver por dónde pasan

quienes en la memoria

siembran flores,

quienes por historia

navegan sin olvido.

Para el egoísta y el asesino

No hay imagen, ni fotografía

No hay disparo que aguante

el registro de la crueldad.

El amor nos cuide

del egoísta y el asesino.

Aún hay lobos con ansias de comer. 

 

Y los ríos caen silentes

dejando al descubierto nuestra sequedad,

pues nos estamos quedando secos.

¿Quién escucha el llanto,

los gemidos de quienes

no pueden beber?

¿Quién escucha el llanto

de quienes en canto

serenan las aguas,

en baldes compartidos,

para regar el hambre, la vida,

en el amor que otros no riegan?

 

En nombre de la herida,

a quienes silenciaron,

hoy, los que dejaron de ver,

pero no cesan de hacer luz,

de las que perdieron

el aroma de las flores,

pero no dejan de respirar esperanza;

abran todas las aguas de esos ríos

que emergen de nuestra sangre,

para regar lo venidero

de lo que una imagen

una cicatriz, un disparo,

puede aunarnos en un abrazo,

por lo que se escribirá siempre,

una y otra vez:

que los muertos, los caídos

serán las flores del desierto

la ola y la roca

el viento que trae el tiempo,

el mástil donde irá nuestra bandera.

  

Nuestros ojos, nuestro olfato,

nuestras manos y nuestros pasos,

para las huellas de un pasado,

del que toda espera,

                     se vive.

 

Todo lo vivido

Lo sentido y caminado

Lo visto y lo que vendría

quedaron para siempre

en el papel de la fotografía.

Un disparo. Una fotografía.

Un disparo. Un silencio.

Un disparo. Una imagen

para nacer a la memoria

y decir que todos los que no están

quedaron atados en nuestros pechos,

para ser levantados

con las manos extendidas

En una imagen

que revienta en luz. 

Porque es luz

el disparo que sostiene

nuestra memoria.

 

Nelson Rodríguez Arratia


 

Imagen: Versión de @colectivofilopoiesis mediante IA ChatGPT 4.o

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